jueves, 25 de noviembre de 2010

Seis

He perdido la noción de los días. Ya no sé si aquellos jovenes que espiaban a Don Joaquín, el exconductor del metro línea 3, actual dueño de la tienda "La esperanza", siguen haciendo de las suyas.

He recorrido calles vacías sin que ningún borracho aparezca para decirme "mamacita chula" o "linda, ¿tiene la hora?" Sólo he visto a algún desquisiado por el hambre que me quiere decir algo pero sólo balbucea mientras nos miramos intentando entendernos. Y dicen que nosotros pasamos hambre. Señor, en mi pueblo la gente es digna y hay sueños colgados en los tendederos listos para ser vestidos al día siguiente.

La ventana del cuarto es una franja de ayeres donde todo se acerca desde lo que era entonces hasta lo que es ahora y aparecen hamacas que regresan el tiempo y se lo llevan, pero son los árboles sí, y es el otoño; los sueños que visitan desde lejos, sueños sucios que esperan su tanda para lavarse como ropa vieja y renovarse.

Mira allí, en esa ventana, son dos niños asomados. Seguramente están buscando algún viejo al cuál criticar desde arriba. Por allí va pasando el desquisiado, aquél que balbuceaba. Pero qué de historias le inventarán ahora.

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