jueves, 25 de noviembre de 2010

Seis

He perdido la noción de los días. Ya no sé si aquellos jovenes que espiaban a Don Joaquín, el exconductor del metro línea 3, actual dueño de la tienda "La esperanza", siguen haciendo de las suyas.

He recorrido calles vacías sin que ningún borracho aparezca para decirme "mamacita chula" o "linda, ¿tiene la hora?" Sólo he visto a algún desquisiado por el hambre que me quiere decir algo pero sólo balbucea mientras nos miramos intentando entendernos. Y dicen que nosotros pasamos hambre. Señor, en mi pueblo la gente es digna y hay sueños colgados en los tendederos listos para ser vestidos al día siguiente.

La ventana del cuarto es una franja de ayeres donde todo se acerca desde lo que era entonces hasta lo que es ahora y aparecen hamacas que regresan el tiempo y se lo llevan, pero son los árboles sí, y es el otoño; los sueños que visitan desde lejos, sueños sucios que esperan su tanda para lavarse como ropa vieja y renovarse.

Mira allí, en esa ventana, son dos niños asomados. Seguramente están buscando algún viejo al cuál criticar desde arriba. Por allí va pasando el desquisiado, aquél que balbuceaba. Pero qué de historias le inventarán ahora.

domingo, 26 de septiembre de 2010

cinco

Llevo toda una vida entera sin acabar nada, ni siquiera la mitad de las cosas que me propuse. Soy un insípido viudo, no soy ningún héroe.

Debería salir a caminar. Adoptar un perro callejero, el primero que encuentre, mi triste hogar requiere de excusas absurdas para mantenerme activo aunque sea recoger heces del nuevo intruso. Esperar que alguien tire algo por descuido, alcanzarlo sin importar que me deje más sordo todavía por poner en sus manos la basura. Ayudar a empujar un cascarrabias descompuesto, obteniendo de recompensa una espalda rota por ser más antigüo que aquel metal oxidado. Sin embargo, la vida que me queda es poca, muy poca, analizar las probabilidades es un lujo innecesario, sólo las hazañas enmiendan la resequedad y el vacío de la agonía resumida en las arrugas del rostro.

Y esas preciosas criaturas ríen a tientas de un sujeto que aún no localizo. Acercarme y fingir ser su abuelo sería una acción legendaria, sin lugar a dudas estará inscrita en la piedra que mantendré erguida toda la eternidad. ¿Si son unas ingratas descaradas que me acusan de pederasta debido a su predecible gerontofobia? Después de varias décadas aún no he superado temores incoherentes, ¿podrían esas niñas socorrerme del altruismo forzado? Qué humillante fantasía me corroe, si mis nietos se duermen al escuchar mis escasas aventuras, ¿por qué esas mozas se comportarían diferente?

Conducir el Metro desde que lo inauguraron no aporta ninguna enseñanza de la vida, ¿qué sabiduría hay en la interminable soledad de los oscuros túneles? Fui más mecánico que los cajeros automáticos actualmente fuera de servicio.

sábado, 24 de julio de 2010

Cuatro

Ha volteado la vista. Viene hacia nosotros.
Desvía la mirada y finje que la llevas más allá de la tienda, a la ventana trasera, has como si quisieras pescar las casas que no alcanzas a ver. Soslaya. El pobre supone que sus lentes le ayudan a fingir que no viene hacia nosotros pero, su actitud lo delata. Tantas veces las actitudes y gestos defraudan a la palabra, incluso a la mirada. No sólo la mirada delata, pero él confía demasiado en ella. Ahora aprieta los puños, frunce el labio, camina como si fuera agente de película del 007 ¿Lo notas? ¿No es gracioso? ¿Sospechará que nos burlamos de él? Yo siempre he pensado que la burla fina es una buena manera de hacerle notar al otro que está mal, pero ese es un desconocido, podría estar enojado, muy enojado de vernos tirados de risa. Además, la fineza ya la perdimos hace tiempo.
Quizá tiene un gas pimienta en su bolsa y por eso acaba de meter la mano en ella. Lo sacará y nos lo rociará en la cara como para decir "No cuchicheen, comadronas pendejas" Nos reiremos y diremos que estábamos contando chistes colorados o recordando ligues pasajeros o algo así y que pensábamos "seriamente" en ir a la tienda por unas cervezas, o ¿qué bebida te gusta? Mira te está señalando, pero que falta de respeto a la moral individual ¿Corremos o resistimos...?

jueves, 1 de julio de 2010

tres

La gente me mira, ¿tan obvia es mi intranquilidad? Soy una persona hiperactiva, me desespera quedarme quieto, me muerdo las uñas porque no hay otra cosa que hacer.
¿Por qué sienten compasión cada vez que me rasco la cabeza? Diario me baño, no tengo piojos. Me invento dudas para que tenga sentido rascarse, ¿existe algo más chingón que tener dudas que no pueda responder a pesar de ser mi invención? Las metas dejan de ser importantes una vez que las rebasas, los desafíos son una ilusión ante la falta de iniciativa.
Prefiero vagar y robar. Robar sin ser pillado es una adrenalina que no se apaga con el paso del tiempo. En cada asalto las cosas se complican más, la obviedad crece, la innovación evoluciona al mismo ritmo que mis aspiraciones.
¿Y matar a aquel sujeto que cree que tengo baja autoestima es la mejor propuesta para iniciarme en ese ámbito criminal? Yo no leo la mente, leo las miradas, y estoy seguro que una mirada dice mucho más que los pensamientos rodando en este mismo instante. ¿O por qué creen que uso gafas oscuras? Para que nadie sospeche mis intenciones cada vez que muevo los ojos.

martes, 15 de junio de 2010

DOS

¿Quién eres? ¿Te conozco? Soy la que calla cuando todos hablan. La que ha sabido, en el silencio, lo que tiembla, lo que teme; el amor, el dolor: su resplandor.
Dame de aquello que bebes, ya me cansé del ajenjo. Esta liviandad de permanecer en la mirada ¿Te gusta contemplar? Acercate, te diré algo al oído. Tras la contemplación descubres más de la psicología humana ¡Si! Fíjate bien; ese de allá que pasa rascándose la cabeza parece ansioso, ahora se muerde las uñas. Ten por sentado que sufre de inseguridad. Igual va a buscar un trabajo, o a ver su novia, piensa que lo cortará o, no sé, no parece muy seguro de sí, sufre de baja autoestima
¡Ay del ego amigo! Mira tu si nos echa tierra diariamente ¿Cuántas relaciones no fructifican por el ego? Yo por eso me callo, juzgo en lo que puedo, lo hago porque no me queda de otra, no me gustan los juicios... Todos los abogados son unos farsantes, ja. El que juzga de más es un farsante. Yo por eso afirmo y sigo afirmando: aquellas experiencias, las más bellas de mi vida, se han dado en el más rotundo de los silencios, donde hasta las lágrimas, oyeme bien, se degustan.

martes, 25 de mayo de 2010

uno

No sé que tanto bebí ayer, no recuerdo nada. Tampoco quiero salir, no sé cómo debo comportarme en caso de toparme con algún vecino. ¿Con quién bebí ayer? Es importante dar con aquel acompañante, quizás él tenga las respuestas pero me da miedo que ni él me reconozca, que acabó igual que yo. Dos conocidos que se desconocen al verse.

La identidad que renace es un riesgo espantoso, me preocupa que al reconocerme ya no me guste. Que quiera triturar el ego que tanto me alegraba, no quiero averiguar que tan famélico está mi espíritu. En la ignorancia forzada es más tolerante la ignominia espontánea.

Es preferible retomar el sueño aunque luego despierte con un insoportable dolor de cabeza, por lo menos, el malestar me mantendrá ocupado.

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